lunes, 30 de agosto de 2010

De vuelta al trabajo


Todavía con arena en los bolsillos y las fotos del verano sin revelar digo adiós a las vacaciones. Se acabó lo bueno. Aún recuerdo que cuando era pequeña me encantaba la vuelta al cole: estrenar libros de texto, estuche, mochila, re-encontrarte con tus amigos… ¡Qué tiempos aquellos! Pero desgraciadamente la vuelta al trabajo no es ni la mitad de llevadera.

Lo primero que hago en cuanto me siento delante de mi ordenador es coger el calendario y ver cuántos días quedan para el próximo puente. ¡Mierda! Hasta el Pilar no aparece ninguna fecha en rojo. ¡Aún faltan 43 días! Desaliento, desesperación… Efectivamente, la depresión post-vacacional se adueña de mi cuerpo. Y a mí que no me engañen, que por mucho que digan esto sólo se cura con más vacaciones. Pero no tiene pinta de que mi jefa se vaya a compadecer de mi carita triste y me vaya a regalar un par de días para que me vaya adaptando de nuevo a la rutina.

Así que me pongo manos a la obra a trabajar (en modo “bajo rendimiento”, por supuesto). Abro el correo y descubro más de mil mails: alargamientos de pene, pastillas viagra, un tío que dice que me han tocado 15.000€, rusas que buscan mi amistad o lo que surja… Pierdo la mitad de la mañana organizando el correo. Luego decido poner en orden toda mi ciber-vida social: facebook, tuenti, gmail, hotmail, skype, twitter… ¡Uy, pero si ya casi es la hora! Pues que poco dan de si 5 horas… Recojo 15 minutos antes de la hora de salida.

Pues tampoco ha sido tan dura la vuelta al trabajo, ¿no?

sábado, 28 de agosto de 2010

Corpúsculo, de The Harvard Lampoon


The Harvard Lampoon comenzó en 1876 cuando siete estudiantes de esta universidad norteamericana publicaron un escrito a imagen y semejanza de una revista británica de humor. A presidente de Estados Unidos, Ulysses S. Grant, le recomendaron no leer la revista, porque corría el riesgo de "partirse de risa" y no poder dirigir el gobierno.

Este libro, uno de los peores que he leído hasta la fecha, es una parodia de la saga vampírica Crepúsculo. Yo, que soy de humor fácil y no exijo demasiado para reír a carcajadas (con decir que una de mis películas favoritas es El robobo de la jojoya os podéis hacer una idea), no he conseguido ni medio-sonreír con esta novela.

Los autores de este Scary movie literario emplean numerosos juegos de palabras o como ellos lo llaman "bromas idiomáticas" que quieren ser graciosos pero que no lo son. Ridiculizan a los personajes hasta que toda la historia se convierte en un absurdo que no tiene ni pies ni cabeza. Un libro que no tiene por dónde cogerse.

viernes, 27 de agosto de 2010

Los pueblos

Yo, que soy más de ciudad que los semáforos, no conocí lo que era un pueblo hasta que, hará tres años, una buena amiga me invitó a pasar unos días al suyo. Pero no me refiero a un pueblo de esos de costa donde alguno de nosotros hemos ido a veranear. No. Yo hablo de esos pueblos recónditos escondidos entre las montañas españolas y que responden a nombres como Villanosequé de Nosedónde. Esos pueblos que luego salen en los anuncios de Fairy compitiendo por ver quién hace la paella más grande.

Pues bien, desde mi primer encuentro con lo rural, mi amiga ha ido invitándome año tras año a las diferentes fiestas que en su pueblo se sucedían. Y debo reconocer que me he enamorado. Todo es motivo de festejos, y cualquier excusa es buena para comer y beber. Al principio, el hecho de que los padres bebieran más que los hijos me llamó la atención; pero ahora he descubierto que no es más que un aliciente para que los hijos nos motivemos y bebamos más.

Cuando llegan los meses de agosto y septiembre la mayoría de los pueblos españoles se visten de fiesta. Las peñas estrenan camisetas, las calles se llenan de luces, la gente se pone sus mejores galas para acudir a ver al santo o la virgen de turno… Y por la noche fiesta, fiesta y más fiesta. Por no hablar de las nuevas canciones que he descubierto gracias a la banda del pueblo: “Te has puesto el tanga del revés”, “Ponte las bragas amarillas”, “Arrebuscando patatas te he visto el culo”…

Pero no todo es fiesta. También se puede disfrutar de la naturaleza y de aire carente de contaminación. Los pequeños también celebran las fiestas y tienen actividades adecuadas a ellos: torneos, gymkanas, festivales...

Pero claro, yo no tengo pueblo. Cuando llegan las vacaciones me retiro al Mediterráneo como todo hijo de vecino y dejo que las medusas asesinas hagan de las suyas. Tengo que esperar a ser invitada a pueblos ajenos; algo que gracias a Dios (y sobre todo a mi amiga) pasa con bastante frecuencia. Desde aquí hago un llamamiento a los pueblos de España para que me adopten como hija predilecta, o me permitan empadronarme allí o lo que haga falta para tener pueblo. ¡Viva lo rural!

jueves, 26 de agosto de 2010

Las cosas que no nos dijimos,de Marc Levy

Cuatro días antes de su boda, Julia recibe una llamada del secretario personal de su padre, con quien apenas tiene relación desde hace casi veinte años, comunicándole que su progenitor ha muerto. Al día siguiente del entierro, Julia recibe un extraño paquete y descubre que su padre le ha reservado una sorpresa que la embarcará en el viaje más extraordinario de su vida.

Las cosas que no nos dijimos es una novela sobre la falta de comunicación entre padres e hijos. Ayuda a comprender como piensan ambos y por qué actúan como lo hacen. La trama se sustenta en una base fantástica e irreal, pero el trasfondo es muy bonito. Es de esos libros que te hace pensar en nuestras acciones. A mí, concretamente, me ha ayudado a comprender algunos comportamientos de mi madre.

Una novela que se podría tildar de romántica pero que trata, además de las relaciones de pareja, los vínculos paterno-filiales. Marc Levy, que con esta obra nos invita a creer en lo increíble, arroja la siguiente pregunta: ¿Qué harías si tuvieras otra oportunidad?

jueves, 19 de agosto de 2010

El expediente Canaima, de Reyes Calderón


Una vez más Lola MacHor y Juan Iturri se unen para combatir el crimen. En esta ocasión se trata de un caso de corrupción internacional que tiene lugar entre Carcas, Madrid y Singapur y que ha causado dos asesinatos y un suicidio. Cuanto más cerca está de la verdad, más peligra la vida de la juez y de su familia. Lola debe tomar una difícil decisión: ¿cederá al chantaje para salvar la vida a los que más quiere?

A diferencia de la anterior novela de Reyes Calderón, la historia me enganchó desde el principio, ya que esta vez hay varias subtramas en el libro, aunque luego todo apunte en la misma dirección. La autora no explica bien del todo, para los que no estamos puestos en temas de finanzas y corrupción, cuál es el auténtico problema que se plantea. Además al final los problemas se solucionan demasiado fácilmente para una trama de tal envergadura.

Huelga decir que las faltas de ortografía reaparecen con frecuencia. Lo que me hace preguntarme si la editorial, la autora o el corrector de turno se han siquiera leído el libro.

En conjunto el libro no está mal, para pasar el rato. Mientras te lo lees lo estás disfrutando, pero cuando acabas, te paras a reflexionar y no es un libro que valga mucho. Obviamente no es un libro que vaya a recomendar a nadie, y menos sabiendo que tiene que pasar antes por el suplicio de leerse Los crímenes del número primo.

martes, 17 de agosto de 2010

Cerrado por vacaciones


Yo había oído decir que Madrid en agosto era prácticamente el paraíso; nada de atascos, problemas de aparcamiento, colas en los probadores de las tiendas, ni multitudes en las discotecas. Vamos prácticamente un pedacito de Edén en medio de España. Este es el primer verano que, por motivos de fuerza mayor (y por la "pringadez" que viene asociada al cargo de becaria), me tengo que quedar en Madrid. Y como diría Mr. Scrooge, sólo puedo decir: "¡Paparruchas!"

El sábado pasado lo pensaba dedicar a "mis labores". Me acerqué primero a la biblioteca, que los sábado abre a las 11 (luego querrán que estudiemos, con esos horarios...), y cuál fue mi sorpresa cuando me acerco y veo un montón de gente esperando en la puerta...¡Pero si ya eran las 12! No os vayáis a creer que habían dejado un cártel avisando o algo... El lunes, cuando fui, pregunté al de seguridad lo que había pasado y me contestó que había un cartel dentro (que obviamente no se podía ver desde la calle) que avisaba de que los fines de semana en agosto cerraba. Claro, ahí dentro podía estar el aviso...

En fin, me fui a echar el euromillón, para lo que tuve que recorrer cinco administraciones hasta dar con una abierta. Y con la panadería más de lo mismo, al menos el panadero tuvo la decencia de colgar el consabido cartel de "Cerrado hasta el 1 de septiembre".

Esta escena se ha ido sucediendo a lo largo de la semana en varios bares y restaurantes. ¡Hasta el autobús tarda más en agosto! Yo entiendo que la gente merezca irse de vacaciones pero, ¿qué pasa con los que nos quedamos aquí? ¿Quién se ocupa de nosotros? ¿Dónde está ese Edén del que tanto había oído hablar? Es verdad que hay más sitios para aparcar y menos tráfico pero...¡a mí que más me da si yo voy en transporte público!

Está claro que la capital y yo no nos vamos a llevar bien durante el verano, por lo que ya he tomado la firme determinación de que el año que viene seré yo la que cuelgue le cartel de "Cerrado por vacaciones" porque como dice la canción: "Al llegar agosto, ¡vaya,vaya! Aquí no hay playa..."

domingo, 15 de agosto de 2010

Los crímenes del número primo, de Reyes Calderón



El abad del Monasterio de Leyre y el arzobispo de Pamplona aparecen muertos en una pequeña ermita. A ambas víctimas les han amputado un dedo y aparecen rodeadas de dinero. ¿Por qué dos altos cargos de la Iglesia de Pamplona? ¿Por qué la presencia del dinero? La juez MacHor y el inspector Iturri son los encargados de intentar descubrir la respuesta a estas y muchas otras preguntas en esta aventura de Reyes Calderón.

Los crímenes del número primo es un libro que ha pasado por mis manos (y por mis ojos) sin pena ni gloria. Las faltas gramaticales y ortográficas están presentes prácticamente en cada capítulo. La trama no es mala, pero la autora subestima a los lectores; los personajes descubren en la página 500 lo que el lector había descubierto en la página 20. Faltan sorpresas.

Otra novela de conspiraciones con la Iglesia como eje central. Con la cantidad de libros que hay en este género no recomendaría a nadie su lectura.

martes, 10 de agosto de 2010

El médico, de Noah Gordon


Esta novela del estadounidense Noah Gordon publicada en 1986 batió récords de ventas en todo el mundo. Con esta obra Gordon comenzó la trilogía de los Cole, completada con Chamán, y La doctora Cole.

El médico narra la vida de Rob J. Cole, que a los nueve años se ve huérfano y separado de sus hermanos. El azar pone en su camino al Barber, un hombre campechano que recorre Inglaterra ejerciendo su oficio de barbero. Con el tiempo Rob descubre su auténtica vocación: la medicina. En su afán por saber atraviesa medio mundo con el fin de aprender de los mejores médicos, aunque para ello tenga que renunciar a su lengua y a su fe.

La novela está muy bien estructurada y su lectura se hace amena desde el principio. Cabe decir que el autor plantea desmasiados problemas a un mismo personaje, que hace, en ocasiones, que el lector vea muy lejano el fin de la historia. De esta novela se podrían haber sacado dos libros que, en mi opinión, el público habría disfrutado más. A pesar de todo, el libro engancha desde la primera página y es un referente en el género de novela histórica, prueba de ello es la cantidad de veces que ha aparecido entre los libros más vendidos de diferentes partes del mundo.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Pisando fuerte


Fetichistas, mujeres, niñas que juegan a disfrazarse de sus mamás… Los tacones gustan a todos por igual. Y es que los zapatos de tacón son una pieza indispensable en el armario de toda mujer que se precie: hace más alta, más delgada, más sexy…, y también te da un dolor de pies importante.

Yo soy una amante confesa de los zapatos. Mi madre dice que me los compro sólo para admirarlos, y en parte tiene razón. Porque lo cierto es que ni sé andar muy bien con ellos ni me resultan cómodos, pero… ¡Son tan bonitos!

Lo que me ocurre es que paso por delante de una zapatería y me quedo como embobada. Mi novio, que ya conoce mi adicción a bolsos y zapatos, intenta sin resultado distraerme para que no me dé cuenta de que estamos pasando por una tienda. ¡Iluso! Mi radar interior me avisa, no necesito verla porque mis pies se dirigen inevitablemente hacia la tienda en cuestión. Y me los pruebo todos.

El caso es que cuando te estás probando unos zapatos la frase “Ah, pues son muy cómodos” sale sola de tu boca. Y lo peor de todo es que en realidad lo piensas. También es muy común la clásica: “Lo bueno es que pegan con todo, así que los voy a usar un montón”. Creo que seríamos capaces de decir esto aunque los zapatos fuesen naranjas con manchas de leopardo fucsias. Y es que, por alguna extraña razón, parece que queremos convencernos de que debemos comprarlos, que no hacerlo sería una decisión que afectaría negativamente al resto de nuestra vida.

Una vez comprados los admiro durante una semana entera. Mentalmente intento combinarlos con toda la ropa con la que me quedarían bien, y al final…vuelven a su caja. Y es que, para mí, no hay nada menos sexy que una mujer con tacones con los que no sabe andar, y esa soy yo.

Todos los días me propongo usar los tacones para ir acostumbrándome poco a poco hasta que llegue un día en que andar con ellos sea como ir descalza. ¿Lo conseguiré? ¡Hagan sus apuestas!

lunes, 2 de agosto de 2010

¡Al agua patos!


Agosto. Madrid. 34ºC a la sombra. El calor es insoportable. Cada día miles de madrileños nos refugiamos en las piscinas para hacer frente a este verano que por un motivo o por otro nos ha tocado "disfrutar" en la capital.

Lo que aquí voy a contar ocurre tanto en las piscinas públicas como en las mejores urbanizaciones que se precien. Los únicos que están a salvo del "horror piscinero" son aquellos afortunados que viven en chalets con piscina propia y cuyos amigos gorrones intenamos aprovechar para huir de nuestros simpáticos vecinos.

Minutos antes de bajarme a la piscina preparo el bolso con todo lo necesario para pasar una tarde de "piscineo". Los imprescindibles son la toalla y la crema, pero como los bolsos los hacen tan grandes me parece que llevo pocas cosas así que decido llenarlo más: unas gafas de sol, unas gafas de bucear por si me da por nadar (cosa que al final nunca ocurre), un libro, una revista, el ipod, una botella de agua, una cinta para el pelo, un sombrero, un bikini seco... en fin, que sin saber muy bien cómo, acabo bajando una bolsa de 5 kilos.

Llego a la piscina, coloco mi toalla totalmente orientada hacia el sol, me empiezo a embadurnar de crema (que si esta para la cara, esta para el cuerpo, esto para el pelo) y justo cuando acabo tengo un calor horroroso y me apetece bañarme. Pero como he pasado 15 minutos echándome la crema por el cuerpo y sé que si me meto en el agua tendré que volver a repetir esta operación que todo el mundo detesta, decido esperar a tener más calor.

Cuando estoy sudando a chorros (¿cómo puede nadie ligar en las piscinas?)decido que es el momento de irme al agua, pasando antes por la ducha (no conozco a nadie a quien le guste ducharse antes de meterse en la piscina). Esto crea otro pequeño problema: ¿cómo me meto en el agua? ¿Por la escalera como las señoras de 60 años o me tiro desde el bordillo con un riesgo del 98% de preder el bikini? Me decanto por un punto intermedio, me siento un rato en el bordillo y me voy metiendo poco a poco. De lejos veo que se acerca a cámara lenta directamente hacia mí un niño chapoteando y con la música de tiburón de fondo. Bueno, igual exagero y el niño no va tan lento ni se oye la música de fondo, pero en mi mente ocurre así. Opto por meterme de golpe cuando veo al niño gordito de turno que me mira amenazante con esos ojillos que prometen una bomba más propia de una orca que de un niño de ocho años.

El agua está fría así que decido nadar pero...¡me he dejado las gafas fuera! Bueno, me orientaré hacia el sol y aprovecharé para tostarme, porque todos hemos oído hablar del efecto lupa dentro del agua (es todo mentira). Pero los niños no paran de tirarse a mi alrededor salpicando y molestando. Oigo a alguien decir: "que ricos los niños". ¿Ricos? Sí, ¡con patatas! Me salgo del agua, el sol se ha movido y ya no estoy perfectamente orientada (¿he comentado ya que soy tanoréxica?) pero de repente estoy rodeada de un montón de toallas y no puedo moverme. Me tumbo y decido hojear la revista, pero es muy difícil estando boca arriba. Me doy la vuelta, pero tengo los pies de una señora en la cara. ¡Qué calor! Me siento, ¡pero así no se me ponen morenas las piernas! Miro el reloj, ¿sólo han pasado 20 minutos? Al cabo de 50 minutos mirando incesantemente el reloj decido subirme a casa cargando de nuevo con los cinco kilos de bolsa que apenas he usado y pensando que después de estar más de una hora en la piscina estaré muy morena (sobre todo después de echarme aceite de zanahoria con protección 2 que promete un bronceado máximo en tiempo mínimo y sin quemaduras).

¡Menudo estrés! Así no hay quien disfrute de las vacaciones. Sólo he pasado una hora en la piscina y parece que vengo de la guerra. Me miro en el espejo esperando ver a Giselle Bündchen devolviéndome la mirada (¿qué pasa? De ilusiones también se vive)y en su lugar encuentro a Sebastián, el cangrejo de la sirenita que en vez de cantarme "Bajo el mar" me grita "¡¡Melanomaaaaaaaaaa!!".

Cruzo los dedos para que esta semana me toque el euromillón y comprarme un chalet para que mis amigos me gorroneen la piscina, porque yo sé lo duro que es tener que ir a piscinas atestadas. Luego dirán que Madrid en verano se queda vacío y es el paraíso...