lunes, 2 de agosto de 2010

¡Al agua patos!


Agosto. Madrid. 34ºC a la sombra. El calor es insoportable. Cada día miles de madrileños nos refugiamos en las piscinas para hacer frente a este verano que por un motivo o por otro nos ha tocado "disfrutar" en la capital.

Lo que aquí voy a contar ocurre tanto en las piscinas públicas como en las mejores urbanizaciones que se precien. Los únicos que están a salvo del "horror piscinero" son aquellos afortunados que viven en chalets con piscina propia y cuyos amigos gorrones intenamos aprovechar para huir de nuestros simpáticos vecinos.

Minutos antes de bajarme a la piscina preparo el bolso con todo lo necesario para pasar una tarde de "piscineo". Los imprescindibles son la toalla y la crema, pero como los bolsos los hacen tan grandes me parece que llevo pocas cosas así que decido llenarlo más: unas gafas de sol, unas gafas de bucear por si me da por nadar (cosa que al final nunca ocurre), un libro, una revista, el ipod, una botella de agua, una cinta para el pelo, un sombrero, un bikini seco... en fin, que sin saber muy bien cómo, acabo bajando una bolsa de 5 kilos.

Llego a la piscina, coloco mi toalla totalmente orientada hacia el sol, me empiezo a embadurnar de crema (que si esta para la cara, esta para el cuerpo, esto para el pelo) y justo cuando acabo tengo un calor horroroso y me apetece bañarme. Pero como he pasado 15 minutos echándome la crema por el cuerpo y sé que si me meto en el agua tendré que volver a repetir esta operación que todo el mundo detesta, decido esperar a tener más calor.

Cuando estoy sudando a chorros (¿cómo puede nadie ligar en las piscinas?)decido que es el momento de irme al agua, pasando antes por la ducha (no conozco a nadie a quien le guste ducharse antes de meterse en la piscina). Esto crea otro pequeño problema: ¿cómo me meto en el agua? ¿Por la escalera como las señoras de 60 años o me tiro desde el bordillo con un riesgo del 98% de preder el bikini? Me decanto por un punto intermedio, me siento un rato en el bordillo y me voy metiendo poco a poco. De lejos veo que se acerca a cámara lenta directamente hacia mí un niño chapoteando y con la música de tiburón de fondo. Bueno, igual exagero y el niño no va tan lento ni se oye la música de fondo, pero en mi mente ocurre así. Opto por meterme de golpe cuando veo al niño gordito de turno que me mira amenazante con esos ojillos que prometen una bomba más propia de una orca que de un niño de ocho años.

El agua está fría así que decido nadar pero...¡me he dejado las gafas fuera! Bueno, me orientaré hacia el sol y aprovecharé para tostarme, porque todos hemos oído hablar del efecto lupa dentro del agua (es todo mentira). Pero los niños no paran de tirarse a mi alrededor salpicando y molestando. Oigo a alguien decir: "que ricos los niños". ¿Ricos? Sí, ¡con patatas! Me salgo del agua, el sol se ha movido y ya no estoy perfectamente orientada (¿he comentado ya que soy tanoréxica?) pero de repente estoy rodeada de un montón de toallas y no puedo moverme. Me tumbo y decido hojear la revista, pero es muy difícil estando boca arriba. Me doy la vuelta, pero tengo los pies de una señora en la cara. ¡Qué calor! Me siento, ¡pero así no se me ponen morenas las piernas! Miro el reloj, ¿sólo han pasado 20 minutos? Al cabo de 50 minutos mirando incesantemente el reloj decido subirme a casa cargando de nuevo con los cinco kilos de bolsa que apenas he usado y pensando que después de estar más de una hora en la piscina estaré muy morena (sobre todo después de echarme aceite de zanahoria con protección 2 que promete un bronceado máximo en tiempo mínimo y sin quemaduras).

¡Menudo estrés! Así no hay quien disfrute de las vacaciones. Sólo he pasado una hora en la piscina y parece que vengo de la guerra. Me miro en el espejo esperando ver a Giselle Bündchen devolviéndome la mirada (¿qué pasa? De ilusiones también se vive)y en su lugar encuentro a Sebastián, el cangrejo de la sirenita que en vez de cantarme "Bajo el mar" me grita "¡¡Melanomaaaaaaaaaa!!".

Cruzo los dedos para que esta semana me toque el euromillón y comprarme un chalet para que mis amigos me gorroneen la piscina, porque yo sé lo duro que es tener que ir a piscinas atestadas. Luego dirán que Madrid en verano se queda vacío y es el paraíso...

2 comentarios:

  1. jajaja me encantaaaaa!!!! te regalo mi piscina, que yo no la puedo disfrutar!
    y menos quejarse que aquí estamos con lluvia, eh!

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  2. h de decir q tienes toda la razon!!porq no aparece gissele al mirarme??o por lo menos brad pitt para exarme cremita....aun asi reconoce q amamos la piscina!!

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