martes, 21 de septiembre de 2010

La resaca

Me levanto por la mañana y un hedor asqueroso inunda mis pulmones. ¿Pero a qué huele? ¡Pues a qué va a ser! Es todo el alcohol que te bebiste anoche, ¡inconsciente! Poco a poco empiezo a recordar (o al menos parcialmente) dónde estoy y qué estuve haciendo anoche. Y entonces otra duda me asalta: ¿pero qué le pasa a mi boca? ¿A qué sabe? ¿No me lavé los dientes? ¡Claro que sí! Pero da lo mismo, porque cuando bebes, por mucho que te laves los dientes una y mil veces, tu boca sigue sabiendo a alcohol.

Intento levantarme. Mala decisión. Un dolor de cabeza atroz me ataca. Es como si un equipo de enanos estuviese trabajando en mi cabeza bajo las órdenes de Christian el de Bricomanía para construir un rascacielos fácil, rápido y para toda la familia. ¡Salid de ahí enanos, os tengo rodeados! Como veo que no atienden a razones me dirijo de cabeza en busca del Paracetamol. De camino me cruzo con un espejo. ¡¡¿¿CÓMO??!! Pero si yo creo que ayer me desmaquillé… No, amiga. No lo hiciste. Y sino vete a la almohada y mira como la has dejado guapita de cara, que cuando lo vea tu madre te va a pegar unas voces…

En fin, consigo llegar a “el armario de las drogas” y me meto un paracetamol entre pecho y espalda. Ahora a esperar a que haga efecto. Me lavo los dientes, me ducho e intento que mi madre no note el resacón que me atormenta.

Como las desgracias nunca vienen solas hoy tengo comida familiar (con primos y abuelos incluidos). Intento practicar mi mejor cara delante del espejo por si mi abuela me suelta un “Hija, tienes mala cara”. Y entonces un nuevo olor entra en acción ¡¡¿¿A quién se le ocurre hacer cocido para comer sabiendo que estoy de resaca??!! Pero claro, mi madre no lo sabe, la buena mujer lo ha hecho con su mejor intención porque sabe que sólo me gusta comer cocido en fin de semana porque es cuando me puedo echar la siesta.

Hago de tripas corazón y me siento a comer mientras pienso todas las razones por las que nunca jamás voy a volver a beber (esta vez de verdad de la buena). Miro a mi madre, que me devuelve la mirada llena de orgullo, y pienso cómo es posible que aún no sepa que bebo. Las pruebas son claras: el olor del cuarto, el cuadro impresionista que he dejado en la almohada, el marco que tiré anoche cuando al entrar haciendo eses en casa me choqué contra la pared (encima tuve la poca vergüenza de decirle al marco que no hiciese ruido)… No hay más ciego que el que no quiere ver. Gracias mamá, espero no tener que seguir fingiendo cuando cumpla los 40.

2 comentarios:

  1. jajajaja me ha encantado este! no amiga, no te desmaquillaste! eso me suena demasiado jajaja, te ha faltado mencionar, o bueno, yo por lo menos lo siento así, el maravilloso momento que es el primer trago de agua por la mañana...

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  2. jaja yo hoy estoy de super resaca y juliam e ha pasado esto que no lo habia visto y me ENCANTA jajaja un beso guapa!

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