Yo no sé si es algo que ocurre en todos los trabajos (intuyo que sí) pero al menos en el mío siempre pringamos los mismos: los últimos monos de la empresa, los que no tenemos ni voz ni voto, pero luego el mérito y los aplausos son para otros. Esos otros son los enchufados del jefe, los que se tiran al jefe, los que a su vez son jefes de otros y se limitan a mandar a diestro y siniestro sin dar ni palo al agua… En fin, toda esa clase de personas que nos hace preguntarnos “¿Pero cómo ha llegado ese tío dónde está?”.
Pero, ¿qué sería de las empresas sin los que de verdad trabajamos? ¿Quién sacaría adelante el trabajo? ¿Acaso los jefes últimos no se dan cuenta la clase de ineptos que tienen a su cargo? ¿No suponen que el trabajo se lo hacen los que están detrás? Pues parece ser que no.
Así que mientras esto siga así siempre pringaremos los mismos. Por lo menos el niño del anuncio ha unido fuerzas y ha conseguido que las estrellas de la obra sean, por una vez, los actores secundarios.
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